La lucha contra la contaminación global y el cambio climático se tiene que hacer a diferentes niveles. Los países se tienen que comprometer a emitir menos gases de efecto invernadero –en especial los más grandes y poderosos– pero las personas de manera individual también tenemos que poner nuestro grano de arena con un cambio de hábitos muy profundo.

  • Reciclar

Desde hace un par de décadas, la cultura del reciclaje ha ido calando a la sociedad, y es muy común ver los lavaderos de las casas con los cinco cubos de colores. Pero a pesar de los esfuerzos de todos –administraciones y ciudadanos–, el porcentaje de reciclaje hace tiempo que está estancado en el 30-40% y se ve complicado llegar al 60% que exige la Unión Europea para el 2030. De hecho, este 2020 el porcentaje tendría que ser del 50% ya, cifra que no se ha logrado, y Europa empezará a imponer multas en España.

En los últimos años se ha focalizado mucho la atención en el reciclaje, que parece haber tocado techo con el sistema de contenedores de colores en la calle actuales, y parece que nos hayamos olvidado todos de las otras dos R, tanto o más importantes que la R de reciclar: reducir y reutilizar.

  • Reutilizar

Se trata de volver a usar un objeto con la misma finalidad, u otra, antes de que este se convierta un residuo que enviamos a la planta de tratamiento.

Un producto no se convierte en residuo hasta que nadie lo quiera, y antes que esto suceda, puede pasar mucho de tiempo si lo reutilizamos tantas veces como sea posible.

La actual cultura de ‘usar y tirar’ nos ha parecido muy práctica durante muchos años, pero se ha demostrado que ha resultado muy perjudicial para el medio ambiente, ya que genera una gran cantidad de residuos, algunos difíciles de tratar, y con un alto coste e impacto ambiental.

  • Reducir

La reducción de residuos se refiere hecho de minimizar el uso de envases que contaminen el medio ambiente y de productos desechables.

Las tres R no son ninguna idea revolucionaria, se trata de volver atrás unos cuantos años, a la cultura de nuestros abuelos y abuelas. Al fin y al cabo, no hay nada más revolucionario que el sentido común.